Menú de Navidad
1. DE PRIMERO, un poco de perspectiva
La perspectiva del Dios que elige hacerse frágil. De quien pudiendo nacer en los palacios nace en un pesebre. A eso lo llamamos humildad.La humildad de un Dios hecho carne, carne frágil… que tirita en la noche fría, y llora, como cada ser humano ha llorado alguna vez en su vida. Y ríe porque se siente arropado… La humildad de quien no quiere mirar el mundo desde arriba, sino desde la misma altura en la que estamos tú y yo, en la que estamos cada ser humano. De quien se baja de los pedestales, de las peanas. La humildad de quien rompe las distancias para favorecer el encuentro.
¿Desde dónde miro yo el mundo? ¿Desde dónde me encuentro con las personas? ¿Y dónde espero encontrar a Dios? Tal vez esta navidad pueda intentar entender un poquito mejor a los míos, y a los que están más lejos…
2. DE SEGUNDO, alegría profunda
No la alegría efímera o fugaz que se desvanece con un parpadeo. No la de espejismo y oasis, que no tiene nada detrás. La auténtica, la que nace de descubrir que hay respuesta cuando preguntamos, que hay proyecto cuando buscamos, que hay horizonte hacia el que avanzar. La alegría de pastores y magos, de María y José, de los ángeles y los sencillos. La alegría de quien siente que una buena noticia le reconforta en la dificultad. La de quien acepta los problemas sin venirse abajo, cuando un compromiso te pone en situaciones serias. La alegría de quien sabe a dónde va, aunque en el camino haya obstáculos. La de quien descubre que no está solo. La de quien ama y se sabe amado.
¿Cuál es la fuente de mi alegría? ¿Es duradera o efímera? ¿Se desvanece o se mantiene también en la dificultad? Tal vez esta navidad pueda intentar vivir desde esa alegría profunda, que no es de temporada…
3. Y DE POSTRE, algún que otro abrazo
Que a veces hace falta. Que te arropen o te acunen. Que te acojan dándote seguridad. Que unos brazos se conviertan para uno en refugio y casa, en descanso y fuerza. Un abrazo de tus amigos, o de los padres, un abrazo de hijo o de pareja. El abrazo de un Dios que toma carne humana para dejarse arropar, pero sobre todo para abrazar mejor: al hijo pródigo, al golpeado que yace al borde del camino; a la pecadora que llora lágrimas cansadas; al pastor que guarda el ganado en la noche fría. Un fuerte abrazo, para ti.
No se trata sin más de ir por ahí dando achuchones, pero tal vez en estos días pueda expresar mi cariño a quienes me rodean, y seguro que me necesitan…
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